Siiiiii lo sé, el título puede leerse demasiado extremista y sin embargo, no encuentro otra manera de expresar los sentimientos encontrados que cohabitan dentro de esa sensación que se crea en la expatriación.
Hace más diez años que un avión me trajo aquí con valija y vida para comenzar lo que ya he contado otras veces.
Los días rosas duran lo que duran las vacaciones y cuando la mente, capta el cambio la verdad se tiñe poco a poco con el color parecido a la realidad.
Porque...
Amé...
Los dos primeros meses que vivi como turista, de largas caminatas por esas pequeñas calles, capaces de perderse en los recovecos de una arquitectura exquisita. Paris no puede ser menos que preciosa, hasta su nombre corto inspira un sin fin de maravillas para visitar, para recorrer, para embeberse de la cultura de los libros y de la gente.
Odié...
El zumbido de mi cabeza que comenzaba a llenarse de toda esa información, incomprendida en otra lengua. La impotencia de querer entender y a la vez no entender nada, jugaban una carrera infinita donde ninguna, quería ganar.
Amé...
El encontrarme con una cocina divina...y la pastelería tratada como un arte.
Odié...
Tener que aprender de memoria, la oración..."Bonjour*, s'il vous plait*et merci*- bon soirée*para comprar una baguette*.
Amé...
El sol de verano que amanecía temprano y daba su último suspiro a las 23h.
Odié...
Saber que en invierno, el sol venía poco o casi nada que provocaba deficit de la vitamina D y que a las 17h ya era de noche.
Amé...
Las reuniones familiares donde mi familia política hablaba español y todo parecía tan fácil.
Odié...
Cuando se olvidaban de mi presencia, sintiendo la exclusión inintencionada, volviendo al desamor provocada por la barrera de la lengua.
Amé...
Las rebajas desconocidas, repletas de bonnes affaires*.