-Durante largos 7 meses.
-Mi mente y yo, fuimos imaginando el re-encuentro perfecto,
-Descubriendo en el camino que las mariposas en el vientre no sólo se reservan a dos enamorados, sino a cualquier sentimiento que se sienta delatado, apretado en medio de ciento de suspiros hasta explotar en los brazos de quien en su nombre estaban reservados...
-Y gritar ¡Mamaaaaaaaaá!, en un aeropuerto repleto de gente extraña.
-Sin importar las miradas ajenas.
-Viéndola cara a cara luego de eternos...4 años.
-Fundiendo la distancia de miles de kilómetros en nada, apaciguando la falta que fingían siglos en la piel de varios años hasta disiparla, olvidando, sin volver a verla, sin extrañarla, ni llamarla...
-De su mano, de su abrazo, del olor que un hijo no olvida, ni siquiera siendo adulto. Renacen los recuerdos de una vida compartida, de varias luchas, de guerras ganadas y dolencias que llevan acuestas, algunas de ellas perdidas...
-Encontrando la fortaleza que siendo tan válida como cualquier herencia, se incrusta en la mirada, derramando alguna lágrima que se esconde o se deja ver a plena luz del día.
Dando rienda suelta a un llanto enjaulado donde renacen las sonrisas, las risas de una espera que indecisa no definía fechas porque el futuro y la vida misma, viven inventando reglas. Siendo lo que son, sin ser lo que deberían ser para facilitar los momentos perdidos, en medio de una distancia que nunca, NUNCA pidió llamarse "tan lejos" pero se asume tal y como lo escriben los hechos.
Sabiendo que lo mejor es lo que al final se presenta como destino, aunque mi madre me duela...Del otro lado del océano.
-Viviendo...
-De un lado hacia otro, re-descubriendo una ciudad que no pretende esconder secretos de belleza y persiste, anonadando la historia de cualquier ser humano, impregnando el decorado viejo y no tanto, de mi querida París, conmigo y con mi madre en medio de la gente y bajo un mismo cielo pero esta vez a su lado...