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martes, 23 de noviembre de 2021

La inocencia.









Estábamos mi pequeña y yo doblando la ropa que tanto a ella como a su hermano mayor, ya no le quedaban.

Junto a las cajas, había una bolsa ENORME con zapatos.

Ella creyó que yo no la veía pero siempre la miro, aún cuando no me ve y duerme.

Mientras yo plegaba un pantalón y un abrigo, Hélène se probaba cada uno de esos zapatos, sin entender por qué sus pies ya no entraban del todo.

Mientras, la pila se acumulaba...

Sus manos, encontraron un par de zapatos que fueron dos meses su favoritos. Rojos, repletos de motitas negras con una hebilla, esa que tanto le costó aprender a "abrochar".

Y yo todavía la veía orgullosa, caminando escuchando el ruido de sus taquitos.

Yo sabía porque estaban ahí pero Hélène no.

Extrañada, viendo que sus esfuerzos eran en vano, mirandome me dijo:

-Mamá, estos zapatos me los podré poner cuando sea pequeña?

Fue un poco antes o un poco después que sentí como el corazón se me arrugaba (me suele pasar)

Entonces me senté a su lado, tomamos los zapatos rojos, los pusimos en una cajita y mirándola como si quisiera que ese momento durara eternamente, aunque sólo duró un minuto le dije.

-Si.

Dudé pero la verdad no se la dije.

Estoy segura que un día sabrá que crecemos hasta envejecer como también sabrá que la inocencia, sólo vive en la niñez .




Pd: El día que me leas, también sabrás que aún conservo estos zapatos. (A ma fille avec amour*)




(En esta sección encontrarás, pequeñas vivencias, esas cositas que guardaré a nunca jamás-
Gracias por leerlas ;-)


*A mi hija con amor.









miércoles, 27 de octubre de 2021

Meditando los miércoles II.









Decidida a cambiar la historia de mis miércoles, tome la iniciativa de poner la suerte de mi parte. Prohibí el pasaje exagerado de pensamientos egoístas, esos "benditos" que sólos se ponen en marcha, los mismos que discuten entre sí para ver quien gana la última palabra y así, intentar dominar el día de paso conmigo adentro.

Fue en éste entonces, miércoles 9 de abril que con un grito sordo, logré callarlas a todas y me tomé el trabajo, si se puede decir así de elegir aquellas con dirección correcta de todo aquello que incita lo positivo.

Así mismo, medio dormida pero cansada de seguir en la cama, luego de una noche de varias horas seguidas de un sueño profundo ( todo un milagro), verifiqué con cuidado que el pie con el que me estaba levantando, era bien el derecho.

En ese instante no muy lejos, la impaciencia de mis hijos y del hambre, empezaban a activar la mañana.

Juntos y acompañados por las ganas nos acurrucamos en el sillón el tiempo de un cariño y luego partí a la cocina para preparar el desayuno de "todo el mundo".

Kenzo (el gato), estaba de un humor maravilloso, sin maullidos, ni rasguños mimosos, sólo medio alterado por los pájaros que cantaban cerca de la ventana, lo suficiente como para olvidarme de cualquier molestia y poner las buenas pilas en "on" en mi y en cualquier ser humano.

Mi marido que se veía medio perdido entre las dos almohadas y esta vez sin viaje en previsión, le otorgue una vez más el privilegio de esos 5 minutos que a él tanto le gustan.

La mañana siguió su curso, lejos de los caprichos de mi hijo mayor y una siesta sorpresa de mi hija, me permitieron terminar con todo lo que necesitaba tiempo.

Eran las 11:05h cuando el reloj nos anunciaba el momento de salir camino a la guardería. Mi hijo estaba perfecto, sin señales de cansancio extremo, ni virus intruso ni de nada que al final dieron por veredicto: ¡En forma para jugar!

En el camino el calor del sol nos molestaba un poco los ojos y la brisa que se parece tanto a las mañanas de verano, algo fresquitas sólo me hacían sentir que a este día debía llamarlo: Perfecto.

Pasadas algunas horas, un mensaje de mi marido confirmaba su venida a casa y como a él tanto le gusta y como yo detesto, 20 minutos antes.

Si es cierto si me dan a elegir, prefiero que me diga "llego en 20 minutos y no que anule al último momento". Ok a eso, se le llama ser positivo! Querrá decir que esto de la elección se pensamientos, funciona?

¡Ajá! 

 Pero volviendo al tema....

Poco fue el tiempo que estuvimos juntos porque esta vez, sí tenía una cita "concreta" y digo bien con el pediatra por un examen de rutina.

Mientras caminaba con mi niña, recordaba el episodio que les comenté en uno de mis post, en un "miércoles, nunca viene solo" pero me quedé tranquila, cuando el doctor me contestó del otro lado y suspiré.

Todo fue de maravilla, salvo por el llanto-grito de mi hija pero bueno esto viene de familia, aquí todo el mundo le tiene miedo al médico, hasta mi marido.

30 minutos después y con un respiro bieeen profundo, luego de bajar la pesadilla de 8 escalones con bebe y cochecito en brazos, sentí que este día era igual otros, y que por fin la racha de malos miércoles había llegado a su fin.



Pero...




viernes, 22 de octubre de 2021

Meditando los miércoles I.








Todo empezaría un miércoles 26 de marzo de la mano de mi hijo mayor. Yo, que aún me encontraba en el disfrute de uno de esos sueños semi-profundos donde se siente dormir, a la vez que se escucha, todo lo que ocurre alrededor.

Fue así que sin querer, queriendo, mis ojos todavía negados, luego del despojo de un descanso merecido. Descubrieron a mi peque más grande al lado de la cama. Medio atontada y con la entera dificultad para distinguir la hora precisa que marcaban las agujas del reloj pero con la capacidad necesaria para distinguir la luz que apenas asomaba en la ventana, dieron por concreto que estaba sólo amaneciendo.

Con la voz dulce pero apretada entre los dientes, le pedí que volviera a su cama pero la cara de "ya he dormido 8 h", me obligó a levantarme y acompañarlo hasta el sillón.

Eran las 7:15h y en el camino iba perdiendo lo que me quedaba por sueño pero no de cansancio. Rendida en su compañía y en el sillón, pensé en poder dilatar un poco más la mañana pero a los 10 minutos, me pidió la leche. Con paso de pluma, para no despertar a nadie, me dirigí a la cocina pero el ruido del microondas, levanto a Kenzo (el gato) y con un maullido rotundo, comenzó su serenata.

Fue en vano pedirle que se callara (los gatos no entienden español) y en 5 minutos me encontraba yendo hacía la habitación de mi hija, dispuesta ovbiamente a no perderse ni un minuto más de la compañía de su hermano, ni la del gato, ni de la mía.

Mi marido dormía. Sabiendo que al día siguiente debía viajar por trabajo, elegí regalarle el privilegio de la cama y cerré la puerta.

Las horas que siguieron "la madrugada" todo se veía de una casi maravilla. Entre el desayuno, la micro-siesta de mi hija, el adiós a mi marido ( Hasta el mediodía) y otras idas y vueltas en casa, hicieron que sólo faltaran 15 minutos para salir camino a la "escuelita"( guardería) cuando de repente, vi en el cuerpo de mi hijo un cansancio sospechoso que temblaba pero sin fiebre.


Una madre que ya tiene varios años de existencia y porque sólo hay cosas que la maternidad despierta, dieron por correcto que hoy debía quedarse en casa. Así, me quite el abrigo, el de mi hija y a mi hijo lo acosté en la cama donde se durmió instantáneamente.

Sin tiempo que perder, tomé el teléfono e hice dos llamadas: Una para prevenir a la directora de la ausencia de mi hijo y otra para concertar una cita con el pediatra. Este último, me propuso muy generosamente el horario de las 14:30, de este miércoles tan atípico, lo cual me pareció perfecto y corté.



viernes, 15 de octubre de 2021

Una receta en tiempo récord.




-Dispuesta, a una nueva oportunidad culinaria.
-Me lancé, en la elaboración de milanesas*.
-Preparé todo lo que necesitaba
-Sonajero,
-Libro musical,
-Un oso de peluche sonoro,
-Y un chupete.



Entre el sonajero y el libro musical, corté la carne, agregué sal y pimienta.
Llevaba tres minutos, bueno cuatro.

Cuando la impaciencia empezaba a ganarle, le di el oso de peluche, mientras, yo batía el huevo junto con el ajo, el perejil y de paso, agregaba la carne.


Tres minutos más tarde, cuando ya nada, ABSOLUTAMENTE nada funcionaba.


Descubrí que le gustaba el ruido del puño que "pega" al pan rallado. Y ahí, gané dos minutos extra, hourra!!!

En 30 segundos, guardé las milanesas en la heladera, me lavé las manos y le di el último socorro...El chupete.

Me quedaban diez segundos, entonces suspir
é y luego entendí: Porque la cocina es un trabajo de profesionales.


Consejo: Para esta receta, es imprescindible estar acompañaba de un peque, sino corren el riesgo de utilizar más de 10 minutos y por lo tanto, ya no sería una receta en tiempo récord.




*Preparación de carne finamente cortada con pan rayado y deliciosas, dicho sea de paso.


     En un viernes cualquiera, riéndome de mi misma y del pasado.

jueves, 23 de septiembre de 2021

La historia de la araña difunta.






Eran las 16h25min, lo sé porque miré el reloj antes de cerrar la puerta de casa.
Yo iba cargada con el bolso de juguetes de plástico, el de la merienda, la "trotinette*" de mi hijo mayor y de la pequeña, pero así y todo llegamos al parque.

El día estaba ventoso pero suficientemente animado como para improvisar un "picnic" en el parque.

A las 16h40min (no miré el reloj pero lo imaginaba) estábamos cruzando la calle, hacia un verde de película de bellas flores y de pájaros creídos en primavera.

Todo, absolutamente TODO, olía de maravilla.

Hasta que...

Una araña y un grito de "mamaaaaaaaaá, ¿Dónde la pongo?" vinieran a perturbar mi paz maternal.

Cave destacar que la araña, era ENORME, negra, toda arrugadita y con un globo como trasero o cabeza (ya no sé) y su patas, sus patitas peludas, se encontraban apoyaditas en la palma de la mano de mi hijo.

Estaba muerta pero yo, la veía bien viva y de un reflejo sin premeditación, el golpe que mi mano dio en la suya, hizo volar por los aires a la difunta, transformando una tarde cualquier, en una terrible, TERRIBLE pesadilla.

Pasados unos 10 minutos o eso creo ( ya no tenía tiempo de mirar el reloj) en buscar a la que NO esperaba encontrar nunca.

Mientras el peque mayor, lloraba un mar de lágrimas reclamando el frasco donde poner a la "incontrable"* la peque se negaba a caminar en el buen sentido de la casa. 

Evidentemente, el parque ya no era de agrado para nadie.

Así que con las dos trotinettes, el bolso de juguetes, la merienda, un peque llorando y una niña sin destino, buscaba desesperada llegar a casa.

El trayecto, se (me) hizo larguísimo, fueron 987 pasos ( los conté) donde el polvo que tenía en mi pantalón parecía que en realidad, venía de la guerra.

Ya saben, o mejor dicho sin saber y gracias a un respiro profundo, usando la psicología infantil por un lado y  los perros ( a los niños siempre, les llama la atención los perros en la calle).

¡Llegamos!




jueves, 25 de febrero de 2021

Una princesa, llamada Mamá.









Había una vez, una ciudad que existía en los cuentos tanto como en la vida real. Un lugar, donde el romanticismo era capaz de pegarse a la piel, de todo aquel que se dejara llevar por el encanto de su hermosura de varios siglos, todo el mundo la llamaba París y en ella, vivía una mujer que cada mañana se levantada con los minutos puestos, lista y preparada para afrontar lo que el día le pedía por encargo. Entre citas precisas marcadas de antemano y otras que sumadas a la espontaneidad, dejaban un poco de lado la rutina pero jamás, un día vacío.



Su vida estaba llena de horarios, lo sabía! y aunque la mirada, al ritmo del tic tac de un reloj marcaba el miedo de perder de vista algún que otro segundo. Con llegada de sus peques, el despertador se había trasformado en un completo extraño permitiendo el olvido y el tiempo en un cajón.

La luz del amanecer y el canto de uno de los peques anunciando la mañana, no le daban tregua a esas ganas de estirar un poco más ese rato pegajoso que invita a dejarnos perdidos, entre dos almohadas.


 Noooo!!! El punto de partida estaba dado y no terminaría hasta que el sol, apagara su luz. 

Era una madre de 24 horas como lo son, todas las mamás pero ella había elegido, el paréntesis de la vida profesional fuera de casa pero dentro de su hogar, había optado por uno de los trabajos más difíciles, el de educar. Y, si bien había días cargados de risas, había otras, donde se sumaban los berrinches, la ropa acumulada, las peleas con la plancha, el ruido de la aspiradora, las broncas con Kenzo ( el gato) y su maullidos a la hora de la siesta.

Todo, hacia parte de la vida que había elegido, donde la rapidez con que el tiempo corría como un loco, no la dejaban optar por sentarse en compañía de un pensamiento bonito.

Pero hubo un día, luego de una mañana ajetreada, ella que aun vestía una bata con su pelo recogido a medias y sin maquillaje, se disponía a tomar una ducha.

 Su hijo mayor de tres años revoloteaba a su lado y antes de dejar correr el agua, se quitó la bata que cubría su camisón de algodón blanco y mientras la colgaba detrás de la puerta, su pequeño mirándola le dijo en francés," maman tu es une princesse". En ese instante, pensando que había escuchado mal o que probablemente había escuchado bien, su mamá, le pidió que repitiera lo que había dicho, a lo que el pequeño contestó, "Tú eres una princesa".

Con los ojos que encandilados de amor, su madre se dio vuelta y frente al espejo, se imaginó con un gran vestido en seda blanca que afinaría la cintura y que como en esos vestidos de época, terminarían por cubrir los pies que esconderían el brillo de unos zapatos dorados. 

Su cabello, envuelto en un chignon perfecto, sería decorado por todo lo que destaca a una princesa, una preciosa diadema que decorada con pequeñas piedras de color rosa y con un fino maquillaje en tonos claros, completaría la imaginación que solo la inocencia otorga y que sólo pertenece a ese mundo que crean los niños y que nos regalan de vez en cuando, el privilegio de existir en él.


El sueño que solo duro un instante, la devolvió a la vida real y en ella se vió como se veía antes pero diferente. 

Y se dió cuenta de dos cosas...

Que en la vida de los hijos, la belleza exterior existe pero la más importante, es aquella que solo ellos pueden ver en una mamá...."La belleza interior" 

confirmo, oui*, el príncipe azul existe y vive en la mirada de los hijos pero si no le prestamos atención...Pasa desapercibido.


*Si.


Pd: Inspirada de un hecho real.... Mi hijo).