miércoles, 16 de abril de 2025

Novela: 35 años - Capítulo I: "El peso del reloj".

 

                Te invito a conocer mi primera novela"35 años".


Una novela contada en 10 episodios, todos los miércoles.

Selma acaba de cumplir 35. Y aunque no lo diga en voz alta, siente que el reloj le pesa. Entre audios matutinos de su mejor amigo Octavio —que se enamora a diario en el tren—, mails inesperados de un ex que no suelta, y cenas familiares llenas de expectativas, Selma se enfrenta a todo lo que la vida debería ser… y todo lo que en realidad es.

"35 años" es una historia sobre los mandatos, las dudas, los vínculos que tironean, y las pequeñas decisiones que cambian todo.
Una invitación a reír, sentir, y tal vez... reconocerte un poco también.

Sigue cada episodio, y dejate llevar por esta historia.


Capítulo nuevo todos los miércoles.


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Capítulo I:"El peso del reloj".

35 años: Justo a tiempo para la crisis existencial


Selma se despertó antes de que sonara el despertador. Otra vez.
No era ansiedad. Era costumbre.
Su cuerpo se había vuelto experto en anticiparse al ruido, como si supiera que los días especiales no necesitan alarma.

En su departamento de Barcelona, el silencio matutino tenía un ritmo propio: el clic del calentador de agua, el golpeteo suave del ascensor en movimiento, y el tic seco del reloj heredado de su abuela.
Ese maldito reloj. 
Se acercó a la cafetera con pasos lentos, todavía en pijama, mientras en su cabeza se repetía el número como un mantra involuntario: treinta y cinco.

“Ni tan joven como para empezar de nuevo, ni tan vieja como para rendirme”, pensó.
Aunque tampoco estaba tan segura de estar en medio de algo.

Su madre ya había organizado la cena familiar desde hacía una semana.

Sin preguntarle si quería, si podía, si tenía otra idea.
“El menú está listo, Selma, y no acepto excusas. Frambuesa y chocolate, como siempre. A ti que te gusta hacerte la especial.”
Y claro, estaban todos invitados. Incluso los que no la conocían más allá del grupo de WhatsApp.

El celular vibró.

Octavio.

Siempre a la misma hora. Siempre con una mano ocupada sosteniendo su café extra fuerte en el tren.

Era su mejor amigo.
Gay, fabuloso, dramático y más fiel que su tarjeta de puntos del súper.
Con él nunca hubo dudas, ni coqueteos, ni zonas grises: solo ese tipo de amistad que parece sacada de una comedia romántica… pero sin el romance.
A veces la vida también sabe escribir buenos guiones.

"Feliz cumpleaños, mi reina de las tormentas.
Hoy el vagón huele a encierro y perfume barato.
Pero tú brillas como siempre.
Pd: Hoy me siento emocional, así que prepárate para audio largo."

Ella sonrió.

Él sabía cuándo ponerle aire a su día.



martes, 25 de febrero de 2025

Relatos: La herencia de un abuelo sabio.



Relatos:

En esta sección comparto anécdotas y momentos que viví con personas que cruzaron mi camino. Son historias sencillas, pero llenas de humanidad, que dejaron una marca en mí y merecen ser contadas. Algunas inspiran, otras hacen reír o reflexionar, pero todas tienen algo en común forman parte de mi viaje. 

Cuidado! Algunas son reales otras no tanto...Sabrás hacer la diferencia?



Abuelo



Al final del día, corríamos impacientes, apoyados en uno de los muros de la casa, expectantes. Veíamos el atardecer con matices de rojo vivo, un espectáculo sin desperdicio.

Era pequeña, pero no tanto como para no conservar los recuerdos de una buena vida, esa donde los problemas se limitaban a las buenas notas escolares y donde las vacaciones de entonces se nutrían de aventuras.

Cada verano, cada enero, el destino siempre era el mismo. Lejos, en lo que casi parecía el fin del mundo, una calle larga de pequeñas piedras blancas llamadas piedrebullo. Allí, medio escondida entre árboles de verde primavera, se encontraba ella: una casa, "la casa", cargada de historias. Historias de las buenas y otras marcadas por la mala suerte, como aquel incendio declarado sin culpables que dejó el pasado reducido a cenizas de fotos y objetos llenos de recuerdos.

El abuelo, el mío, construyó dos veces las paredes del mismo hogar, porque él no le temía a la vida. Desde muy joven, el sacrificio y la lucha llamaron a su puerta. Siempre supo lo que significaba renacer. Creció con la herida del despojo, luego de que sus hermanos mayores, en un acuerdo sin escrúpulos, lo apartaran de la herencia de sus padres fallecidos, obligándolo a cambiar de nombre y apellido.

Y sin embargo, a pesar de los altibajos y de enfrentarse solo al mundo, la luz iluminó su camino el día en que Anna, una joven de 14 años, se enlazó con él en un matrimonio eterno.

Durante los años que recorrieron juntos el camino de la felicidad, tuvieron hijos, varios, recibidos por las manos de mi abuelo, en un parto de a dos. El mismo hombre que inventaría los cumpleaños sin regalos a cambio del agasajo de un día sin trabajo o quien reemplazaría el azúcar por dulces en épocas crudas de guerra y poco dinero.

¡Sí! El mismo que, despojado de los valores de familia, pudo formar la suya propia y darle un sentido a su existencia, esa para la que también estaba destinado: ser padre.

Un hombre fuerte, de cuerpo y mente, acostumbrado a las pruebas de la vida, victorioso por excelencia. Permaneció a oscuras durante un mes tras una operación de la vista y, aun así, nunca escribió una carta con anteojos. O aquella vez en la que un caballo se asustó y lo arrojó varios metros, arrebatándole para siempre la buena postura. Y, sin embargo, se negó a usar una silla de ruedas hasta que la vejez más vieja llegó a su puerta.


jueves, 23 de enero de 2025

Reflexiones: Cuando era pequeña...





-Me gustaba escuchar el ruido de las gotitas de lluvia, cayendo sobre techos de chapa.

-Vivía el presente como único destino, no le temía al pasado ni a la espontaneidad que tramara el futuro.

-Supe que el primer amor no siempre es recíproco pero se sobrevive.

-Me encantaba el olor de le tierra mojada, luego de una tormenta de verano.

-Me sentaba a observar la pasión de mi padre y su habilidad para cortar el cabello con sus tijeras y la rapidez en sus manos.

-Adoraba en pleno invierno, el crujido de la escarcha, que pisaban mis zapatos camino a la escuela.

-Esperaba con impaciencia las vacaciones en casa de mi abuela y el olor de la comida casera.

-Creía poco en las plegarias hasta que luego de nueve años me concedieran un milagro...Mi hermana.

-Lloraba, sólo por el gusto de probar el sabor de las lágrimas y confirmar que eran saladas.

-No sabía que la inocencia era parte de la infancia y que como casi todo...Pasa.