Te invito a conocer mi primera novela"35 años".
Una novela contada en 10 episodios, todos los miércoles.
Selma acaba de cumplir 35. Y aunque no lo diga en voz alta, siente que el reloj le pesa. Entre audios matutinos de su mejor amigo Octavio —que se enamora a diario en el tren—, mails inesperados de un ex que no suelta, y cenas familiares llenas de expectativas, Selma se enfrenta a todo lo que la vida debería ser… y todo lo que en realidad es.
"35 años" es una historia sobre los mandatos, las dudas, los vínculos que tironean, y las pequeñas decisiones que cambian todo.
Una invitación a reír, sentir, y tal vez... reconocerte un poco también.
Sigue cada episodio, y dejate llevar por esta historia.
Capítulo nuevo todos los miércoles.
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Capítulo I:"El peso del reloj".
35 años: Justo a tiempo para la crisis existencial
Selma se despertó antes de que sonara el despertador. Otra
vez.
No era ansiedad. Era costumbre.
Su cuerpo se había vuelto
experto en anticiparse al ruido, como si supiera que los días
especiales no necesitan alarma.
En su departamento de Barcelona, el silencio matutino tenía un
ritmo propio: el clic del calentador de agua, el golpeteo suave del
ascensor en movimiento, y el tic seco del reloj heredado de su
abuela.
Ese maldito reloj. Se acercó a la cafetera con pasos lentos, todavía en pijama,
mientras en su cabeza se repetía el número como un mantra
involuntario: treinta y cinco.
“Ni tan joven como para empezar
de nuevo, ni tan vieja como para rendirme”, pensó.
Aunque
tampoco estaba tan segura de estar en medio de algo.
Su madre ya había organizado la cena familiar desde hacía una semana.
Sin preguntarle si quería, si podía, si
tenía otra idea.
“El menú está listo, Selma, y no acepto
excusas. Frambuesa y chocolate, como siempre. A ti que te gusta
hacerte la especial.”
Y claro, estaban todos invitados. Incluso
los que no la conocían más allá del grupo de WhatsApp.
El celular vibró.
Octavio.
Siempre a la misma hora. Siempre con una mano ocupada sosteniendo su café extra fuerte en el tren.
Era su mejor amigo.
Gay, fabuloso, dramático y más fiel que
su tarjeta de puntos del súper.
Con él nunca hubo dudas, ni
coqueteos, ni zonas grises: solo ese tipo de amistad que parece
sacada de una comedia romántica… pero sin el romance.
A veces
la vida también sabe escribir buenos guiones.
"Feliz cumpleaños, mi reina de las tormentas.
Hoy el vagón huele a encierro y perfume barato.
Pero tú brillas como siempre.
Pd: Hoy me siento emocional, así que prepárate para audio largo."
Ella sonrió.
Él sabía cuándo ponerle aire a su día.
Después de responder a Octavio, Selma se quedó quieta por un momento.
El café seguía humeando, y el reloj continuaba marcando cada segundo como si fuera una sentencia. Se levantó de la mesa, con los ojos fijos en su portátil, que estaba sobre la mesa del comedor. El brillo de la pantalla la llamaba como un faro, pero no estaba segura de querer ver lo que le esperaba.
Al caminar hacia él, sus pasos sonaron como una contradicción: livianos pero pesados al mismo tiempo. Como si cada movimiento estuviera marcado por esa mezcla de incertidumbre y costumbre.
Llegó a su portátil y se sentó frente a la pantalla, con los dedos suspendidos sobre el teclado.
Antes de abrir el correo de Marco, miró el reloj una vez más. Su mente le dictaba 35.
Se
levantó de nuevo y fue hasta la ventana. La vista de Barcelona, como
siempre, la tranquilizó un poco: las calles mojadas, el horizonte
lejano, las pequeñas luces que comenzaban a asomarse por los
edificios.
Pero no fue suficiente. Volvió al ordenador. ¿Por
qué aún no lo bloqueaba?
En la bandeja de entrada, el asunto del mail la desarmaba: “Solo quería decirte feliz cumpleaños.”
Sintió una presión en el pecho.
Marco. Un hombre que la había
querido, que todavía la quería tal vez. Y ella… ¿por qué no
había terminado de cortar ese lazo? ¿Era nostalgia? ¿Era ego?
Tomó un respiro profundo y, antes de abrir el correo, miró el
teléfono. Un mensaje más de Octavio, seguramente un audio largo,
donde comenzaría a describir el estado del tren y la calidad del
café de la mañana. Decidió no escuchar todavía. El correo de
Marco tenía su propia energía, algo que ya estaba ahí,
esperando.
El famoso “peso del reloj” se volvió más evidente
ahora.
Se quedó unos segundos con el cursor flotando sobre el nombre.
Seis años de relación sin convivir, sin hijos, sin
perros, sin planes a largo plazo... aunque él sí los quería.
Marco
siempre quiso “todo” con ella.
Y ella siempre quiso “algo
más”pero quién sabe qué.
Suspiró.
Se tomó el café de un trago, se puso el vestido que
no se animaba a usar y salió a la calle con la sensación de que ese
día...
algo iba a cambiar.
Una vez fuera de casa, Selma respiró aliviada, dejando que el
aire fresco de la mañana se llevara un poco de la presión que
sentía. Barcelona estaba tranquila, las calles mojadas del amanecer
brillaban bajo el sol tímido que comenzaba a asomar.
Lo
necesitaba, ese respiro.
Se subió al tren, el sonido familiar del vagón vibrando bajo sus pies, y se sentó, mirando a través de la ventana. Como siempre, su mente comenzó a divagar, preguntándose si había hecho lo suficiente… y entonces su teléfono vibró, sacándola de sus pensamientos.
Al mirarlo, vio que tenía un par de mensajes pendientes de Octavio.
El primero llegó temprano, cuando aún estaba en casa, y el segundo, como siempre, lo había dejado justo antes de subirse al tren. No lo había escuchado, porque no quería perderse de los detalles de su día, pero ahora… eso era justo lo que necesitaba.
Selma deslizó el dedo, y antes de que Octavio comenzara a hablar, ya se sentía más ligera, como si la energía de esos audios tuviera una fórmula secreta para calmar su mente.
“Aaaah, mi Reina Teremoto… déjame contarte lo que me pasó hoy en el tren. De nuevo, el príncipe azul se apareció… pero, ¿por qué es que siempre me enamoro de ellos en el vagón de la línea 2? ¿Es que acaso el amor verdadero tiene que oler a sudor y café barato?
Era un chico, más alto que yo (lo cual ya es un logro, soy de estatura media pero con un ego que roza el cielo), con unos pantalones tan ajustados que pensé que si les daba un golpe, iba a hacer un pop... y de verdad, sentí que mis ojos se iban a caer de lo increíblemente mal que estaba.
Pero, en fin, ahí estaba él, con esos auriculares gigantes, como si fuera una mezcla entre el príncipe Harry y el DJ de la fiesta más exclusiva del mundo. Estaba tan convencido de sí mismo que, por un momento, hasta me creí que éramos la nueva versión de 'La bella y la bestia'. ¡Solo que yo soy el perro! Jajajajaja.
En fin, le dejé un par de miradas casuales, como quien no quiere la cosa… y me ignoró por completo. ¡¿Quién me mandó a tener gustos tan complicados?!”
Selma soltó una carcajada, lo que hizo que el ambiente del tren, normalmente pesado y rutinario, se suavizara. Se olvidó por un segundo del ruido de los motores, de las luces frías del vagón, y se sumió en la imagen de Octavio, con su eterna energía dramática, relatando historias como si estuviera en un escenario.
¿Quién más podría contar una historia de amor fallido en el metro con tanto estilo? Pensó Selma, con una sonrisa tonta en el rostro. Octavio siempre sabía cómo darle la vuelta a cualquier mal día. Y por un momento, el peso del reloj y la ansiedad de la reunión desaparecieron, porque, como siempre, él tenía la receta perfecta para hacerla reír.
Selma guardó el teléfono, y la risa de Octavio todavía resonaba
en su mente como un eco amable. El tren avanzaba, pero su mente ya no
viajaba a los 35 años ni a la cena familiar.
Se concentró en el ruido del vagón, la ciudad moviéndose fuera de la ventana, y por un segundo, se sintió en paz. Como si el día pudiera ir por donde ella lo llevara.
Pero la paz fue fugaz. El teléfono vibró de nuevo.
Era el correo de Marco.
Con un suspiro, Selma abrió la bandeja de entrada. El mensaje seguía ahí, esperándola.
“Sólo quería decirte feliz cumpleaños.”
Esos pocos segundos, entre abrir el mensaje y el peso de las palabras, fueron suficientes para que el nudo en su estómago volviera a apretarse. El brillo del sol sobre las calles de Barcelona ya no parecía tan cálido.
Selma miró la pantalla, su dedo suspendido sobre las letras, y por primera vez en mucho tiempo, se preguntó si estaba lista para cerrar definitivamente esa puerta.
El tren llegó a la estación, y con él, la realidad de un cumpleaños que apenas comenzaba. (Continuará)...
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Próximo episodio: 23 de abril 2025.
Nos leemos!
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