Fue en éste entonces, miércoles 9 de abril que con un grito sordo, logré callarlas a todas y me tomé el trabajo, si se puede decir así de elegir aquellas con dirección correcta de todo aquello que incita lo positivo.
Así mismo, medio dormida pero cansada de seguir en la cama, luego de una noche de varias horas seguidas de un sueño profundo ( todo un milagro), verifiqué con cuidado que el pie con el que me estaba levantando, era bien el derecho.
Juntos y acompañados por las ganas nos acurrucamos en el sillón el tiempo de un cariño y luego partí a la cocina para preparar el desayuno de "todo el mundo".
Kenzo (el gato), estaba de un humor maravilloso, sin maullidos, ni rasguños mimosos, sólo medio alterado por los pájaros que cantaban cerca de la ventana, lo suficiente como para olvidarme de cualquier molestia y poner las buenas pilas en "on" en mi y en cualquier ser humano.
Mi marido que se veía medio perdido entre las dos almohadas y esta vez sin viaje en previsión, le otorgue una vez más el privilegio de esos 5 minutos que a él tanto le gustan.
La mañana siguió su curso, lejos de los caprichos de mi hijo mayor y una siesta sorpresa de mi hija, me permitieron terminar con todo lo que necesitaba tiempo.
Eran las 11:05h cuando el reloj nos anunciaba el momento de salir camino a la guardería. Mi hijo estaba perfecto, sin señales de cansancio extremo, ni virus intruso ni de nada que al final dieron por veredicto: ¡En forma para jugar!
En el camino el calor del sol nos molestaba un poco los ojos y la brisa que se parece tanto a las mañanas de verano, algo fresquitas sólo me hacían sentir que a este día debía llamarlo: Perfecto.
Pasadas algunas horas, un mensaje de mi marido confirmaba su venida a casa y como a él tanto le gusta y como yo detesto, 20 minutos antes.
Si es cierto si me dan a elegir, prefiero que me diga "llego en 20 minutos y no que anule al último momento". Ok a eso, se le llama ser positivo! Querrá decir que esto de la elección se pensamientos, funciona?
¡Ajá!
Pero volviendo al tema....
Poco fue el tiempo que estuvimos juntos porque esta vez, sí tenía una cita "concreta" y digo bien con el pediatra por un examen de rutina.
Mientras caminaba con mi niña, recordaba el episodio que les comenté en uno de mis post, en un "miércoles, nunca viene solo" pero me quedé tranquila, cuando el doctor me contestó del otro lado y suspiré.
Todo fue de maravilla, salvo por el llanto-grito de mi hija pero bueno esto viene de familia, aquí todo el mundo le tiene miedo al médico, hasta mi marido.
30 minutos después y con un respiro bieeen profundo, luego de bajar la pesadilla de 8 escalones con bebe y cochecito en brazos, sentí que este día era igual otros, y que por fin la racha de malos miércoles había llegado a su fin.
Pero...
Eran las 14:02h cuando en la entrada de casa y como es costumbre, busqué en el bolsillo de mi abrigo, las llaves de la puerta de casa. Fue con sorpresa, (mientras apretaba el botón para llamar al ascensor que se encontraba en el último piso) que vi en mis manos un puñado de llaves con una linterna azul y las fotos de los peques.
Sin pensarlo dos veces (mientras el ascensor permitía una pausa en el cuarto piso), busqué extrañada lo que seguía haciendo peso en mi bolsillo y con los ojos rígidos, alocados y a punto de explotar me dije....mince! (merde*, delicadamente). Por Dios...espero no haber encerrado a mi marido, espero que no, espero que no...
Pues la respuesta la tuve al instante, mientras estaba rogando y buscando el teléfono móvil gigante que no paraba de sonar en vibrador y que dicho sea de paso, no encontraba en las tres cosas que tenía en mi cartera. Di por lógico, que el león, perdón mi marido, estaba del lado esquivado del departamento, es decir dentro.
Poco fue el tiempo que estuvimos juntos porque esta vez, sí tenía una cita "concreta" y digo bien con el pediatra por un examen de rutina.
Mientras caminaba con mi niña, recordaba el episodio que les comenté en uno de mis post, en un "miércoles, nunca viene solo" pero me quedé tranquila, cuando el doctor me contestó del otro lado y suspiré.
Todo fue de maravilla, salvo por el llanto-grito de mi hija pero bueno esto viene de familia, aquí todo el mundo le tiene miedo al médico, hasta mi marido.
30 minutos después y con un respiro bieeen profundo, luego de bajar la pesadilla de 8 escalones con bebe y cochecito en brazos, sentí que este día era igual otros, y que por fin la racha de malos miércoles había llegado a su fin.
Pero...
Eran las 14:02h cuando en la entrada de casa y como es costumbre, busqué en el bolsillo de mi abrigo, las llaves de la puerta de casa. Fue con sorpresa, (mientras apretaba el botón para llamar al ascensor que se encontraba en el último piso) que vi en mis manos un puñado de llaves con una linterna azul y las fotos de los peques.
Sin pensarlo dos veces (mientras el ascensor permitía una pausa en el cuarto piso), busqué extrañada lo que seguía haciendo peso en mi bolsillo y con los ojos rígidos, alocados y a punto de explotar me dije....mince! (merde*, delicadamente). Por Dios...espero no haber encerrado a mi marido, espero que no, espero que no...
Pues la respuesta la tuve al instante, mientras estaba rogando y buscando el teléfono móvil gigante que no paraba de sonar en vibrador y que dicho sea de paso, no encontraba en las tres cosas que tenía en mi cartera. Di por lógico, que el león, perdón mi marido, estaba del lado esquivado del departamento, es decir dentro.
Seguramente en mi vida de madre-mujer ajetreada y a mil por hora, sin pensarlo y sin recordarlo ( y eso es lo peor) cerré la puerta con la llave para evitar hacer ruido y le di dos vueltas por automatización ( que bien que suena, sobretodo cuando se intenta encontrar una excusa a lo que no la tiene).
El tiempo que tardé en llegar me parecieron horas y al abrir la puerta, encontré un hombre rojo apunto de lanzarse por la ventana o de llamar a los bomberos, ¡Lo juro!
Así como se veía preparado para salir corriendo mi marido emprendió el vuelo desesperante a la reunión a la que ya lo esperaba tarde.
Al final, sentí que volvía a mis aventuras de miércoles, donde siempre pasa algo, donde las dos soluciones que encontré son imposibles porque no puedo evitar poner un pie o ambos en este día o suprimir por completo de la semana.
Por lo tanto, sólo me queda asumirlos y mientras busco la solución a mis miércoles nefastos, me digo:
Francine, lo único que tú necesitas son vacaciones.
Pd: Yo, riéndome de mi misma parte II.
Francibulario:
*Merde: Popo (delicadamente)
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